top of page

MEMORIA SOBRE UNA VIEJA MELODÍA



Estoy casi convencido de que la vida no es más que aquello que pasa y queda en nuestra memoria.


Recuerdo el olor a leche tibia y cereal.


Recuerdo vivir la espera de la navidad todos los días.


Recuerdo a mi mamá luchando contra mis ideales y a mi papá convencido de que yo no buscaba su aprobación. Creo que a él nunca le interesó porque sucediera, porque sabía que mis sueños eran más fuertes que cualquier oposición. Cada vez que ella me contradecía, me hacía más fuerte y, sin querer, más terco. Buscaba la manera de hacerle entender que no tenía remedio, pero le costaba aceptar que era totalmente diferente a lo que ella quería que fuera.


Recuerdo a muchas personas hablar de nuestro parecido, pero, siendo honesto, herede el carácter de mi padre…; no sé, quizás se referían a nuestras manos o al color de nuestra piel. Ella siempre ha temido verme equivocado, pero estoy en una etapa en mi vida en la que no tengo miedo a estarlo. Aunque un día sentí que lo había logrado todo, descubrí que apenas comenzaba. Es difícil, lo sé, construir el futuro sin alguna pista resulta agobiante, pero más miedo me da no arriesgarme. La entiendo, comprendo su miedo, porque una madre trata de construir el futuro de su hijo de tal manera que él no cometa sus mismos errores, pero resulta el mayor error.


Recuerdo ver a mi madre correr detrás de mí, asustada porque no me fuese caer, mientras yo me sentía orgulloso de haber vencido el reto de manejar bicicleta sin rueditas. Creo que el problema de ella ha sido no asumir el hecho de que su hijo ha crecido y seguir viéndome como el niño que hace algunos años fui. Uno puede crecer. Uno debe crecer. Crecí con mi madre, pero ella no creció conmigo. Y quiero seguir haciéndolo, porque siento la necesidad de hacerlo, de buscar la manera de organizar mi vida y aquí estoy trazándome todos los días la meta de ser libre y volar a la par de mis sueños.


Recuerdo a mi familia comparándome constantemente con mis primos, mientras mi madre guardando la esperanza de que fuera igual a ellos. En cambio yo, lo único que he comparado es lidiar con el Sebastián de hace 10 años y el de hoy… dándome cuenta que ya estoy listo y creo que una de las mayores motivaciones para estarlo, es que me di cuenta de que era hora de enorgullecerla. Cuando tratas de construir tu futuro, normalmente tus papás se decepcionan un poco de ti, porque lo estás haciendo tú de acuerdo con tu criterio y no según sus deseos. Yo nunca los necesite, tampoco necesitaba sus límites; no por orgulloso, sino porque lo único que me hacía falta eran alas para volar. Tenía claro lo que quería ser y me arriesgué. Es muy fácil tomar el camino fácil –aunque suene redundante- y confundirlo con el éxito, pero a veces dejas de sentirte orgulloso por eso y comienzas a sentirte incompleto. No tenía por qué sentirme un rompecabezas, sólo seguir a mi corazón y que ellos confiaran en mí.


Recuerdo haber dicho que quería estudiar publicidad, mientras mi mamá trataba de convencerme que no lo hiciera, que estudiara lo que ella siempre había soñado para mí. Tuve que sacrificar sus sueños; fue muy difícil y llegue a sentirme culpable… pero tenía que hacerlo. Miro atrás y me doy cuenta que tomé la decisión correcta, que no me equivoqué y tampoco fui egoísta. Mi rebeldía fue ponerle sello a mi independencia.


Recuerdo haberme declarado homosexual, mientras ella lloraba de la decepción. Mi madre no podía creer que había llegado el día en que su hijo construiría su vida de acuerdo con lo que él quería. Quizás no debí hacerlo, pero a veces hay pasos que es necesario dar para trazar otros. No sé qué tan cierto sea que el amor es ciego, pero siempre ocurre con el de las madres. Mi mamá me dejaba ver la televisión que quería, pero no la vida que soñaba. Sé que no era por egoísmo, sino para que nadie me lastimara.


Pero también recuerdo a mi madre decirme: “Tu papá y yo hemos estado más orgullosos de lo que has llegado a ser, que de lo que queríamos que fueras.” Al menos sé que valió la pena mi rebeldía. Nunca fui rebelde porque no amara, sino porque sabía que el amor no se trata de complacer, sino de aceptar.


Entonces vida, ¿Si mi mamá hubiera sabido cómo iba a ser yo, hubiera tenido el mismo anhelo de traerme al mundo?


RECIENTES PUBLICACIONES

© 2014 Copyright Sebastián Feria. Todos los Derechos Reservados. 

 

bottom of page