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TOCANDO EL CIELO CON LAS MANOS

Era un verano lluvioso, hacía frío y había calor de hormonas. Estábamos completamente desnudos del cuerpo y las penas, explorándonos las imperfecciones entre besos y caricias que hicieron bailar por un buen rato el colchón. Había ausencia de promesas y amor eterno, éramos consientes del hecho y su causa. Tampoco existieron los versos o poemas, tan sólo un diálogo de gemidos que despertaron al vecino y la excitación suficiente para morderle la espalda sin arrepentimientos. La pasión nos hizo ser y hacer entre sabanas, porque esa vez fue el inicio de una gran historia.

Nunca hicimos el amor, pero se sentía a lo que sientes y no puedes explicar. Siempre fuimos guerra, compitiendo por dar más placer. Me matizó, me supo usar bien. Descubrió todos mis contrastes, excitado cada vez más porque lo hiciera. Con él respiraba cielo y eternidad, que un día tuvo, como todas las historias, su final.

Fue así como se impregnó en mí, para siempre, en los recuerdos... como sucede cuando algo que deseas con todo tu ser se va. Desde entonces no creo no creo que exista el olvido, más aún cuando intentas olvidar a quien un día te hizo tocar el cielo con las manos.


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